-Es temporal y específico, es decir, sólo resulta eficaz cuando está presente la persona que castiga o bien, cuando resulta seguro que tal persona conocerá la falta a cometer.
- No crea una respuesta nueva determinada, sino de forma aleatoria.
- Frecuentemente, provoca una reacción de ansiedad generalizada, la cual hace probable la aparición de respuestas desorganizadas y poco adaptativas a la situación.
- Provoca sentimientos de ira, subsiguientes a la frustración que supone el no poder conseguir lo que se desea. El desahogo de esta ira puede tener lugar mediante manifestaciones agresivas:
1. Contra el que castiga (acciones o verbalizaciones violentas).
2. Contra los iguales (pega o rompe cosas a los demás niños, a los hermanos...)
3. Contra cosas (rompe sus propios cuadernos, libros, trabajos, juguetes, lapiceros...)
4. Contra personas más débiles o inferiores (descarga su ira con los compañeros ohermanos más pequeños)
5. Contra sí mismo/a: Tras proporcionarle con mucha frecuencia castigos verbales, tales como: “eres un vago, no sirves para nada, siempre serás un inútil, jamás serás una persona de provecho, eres tonto/a...”; esto genera en el niño/a o adolescente, unas ideas o unos sentimientos de autodesvalorización: el niño SE LO CREE.
Así como unas reacciones crónicas de ansiedad, que le van haciendo poco a poco más retaído/a, angustiado/a e “inútii”.
- Da lugar a respuestas de huída o evitación: no quiere ir a la escuela, llega tarde, se sienta en las últimas mesas, evita hacer los deberes o tareas escolares, no estudia las materias, se le “olvidan” los trabajos, los libros, los cuadernos...
- Se puede convertir en una recompensa: Me regañan por levantarme, no hacer la tarea, por molestar, por no estarme quieto, por no obedece ... pero me atienden, me están haciendo caso.
- En exceso (intensidad o frecuencias), puede generar reacciones fóbicas:
Parciales: a un profesor, asignatura, a ir a clase...
Generales: a todos los profesores, a todos los colegios, a todos los compañeros del colegio.
- Refuerza negativamente al que lo aplica, es decir, al castigar estamos “quitándonos de encima” algo que no nos gusta: que el niño no pare quieto, que nos esté molestando... (¿es ético?)
- Constituye un modelo educativo a imitar, reproducir y perpetuar cuando el niño se hace adulto.
Por lo tanto, estas entre otras posibles razones, requieren que el educador/a (ya sean padres o profesores) tome conciencia de que la utilización del castigo como fundamento dela educación es de todo punto indeseable. Resulta mucho más eficaz el aprendizaje alcanzado mediante refuerzos.
Fuente: Extracto de Prof. M. Calatayud Estrada.
Modificación de Conducta en Contextos Escolares.
Redactado por: Lydia del Amo López Maestra P.T
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